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2020

La palabra vino no se puede disociar de la onomatopeya “cloc” al abrir una botella. Desde que Dom Perignon probase que este material fuera el que mejor sellaba sus botellas, el universo del vino consta de botella, corcho y sacacochos.
El corcho permite un intercambio de oxígeno entre el interior de la botella y el exterior que le permite envejecer, más allá de la barrica, el vino en cuestión. Por este motivo, las botellas reposan en mayor o menor medida en las bodegas hasta que están listas para salir al mercado y ser consumidas. El corcho cambió la industria del vino.
Como todo material natural, está lleno de vida; y esta vida puede volverse en contra de nuestros intereses. Es por esto que la tecnología ha desarrollado diferentes variantes para optimizar su uso y hoy os presentamos los que nosotros usamos:
Corcho natural
Esta es la forma más tradicional de corcho y también la más costosa. Se obtiene a partir de un segmento entero de corcho y, como ya hemos comentado previamente, tiene unas propiedades únicas para sellar la botella adecuadamente y permitir aún así la filtración de oxígeno. Por esta razón, es indicado para vinos con crianzas largas y que sean aptos para guarda.
Corcho técnico 1+1
También llamados híbridos. Son una solución que permite envejecer el vino en botella minimizando los riesgos de TCA (el temido olor a corcho o defecto de corcho). Se compone de un cuerpo de microgranulado y dos tapas de corcho natural. En Obergo los utilizamos para vinos que tienen cierta crianza en barrica, que pasan por lo menos un año envejeciendo en botella y que se espera que sean consumidos entre 3 a 5, como referencia.